Día de Kenia
Como ya sabréis yo fui una de las
personas que este verano fue dos semanas a Kenia. Pero yo no era la encargada
de organizar este día en el colegio. Cinco de mis compañeros de clase iban a desempeñar
ese papel y yo sería, simplemente, una voluntaria más. Sin embargo, al haber viajado
como voluntaria a Kenia me propusieron ir dando pequeñas charlas a los niños de
primaria (que eran los que participarían en este día). No dude en decirles que
sí, ya que me hacía mucha ilusión explicar y contar mi experiencia a los más
pequeños.
Antes del inicio de la jornada, los
responsables hicieron una presentación de cómo se iba a desarrollar la jornada.
A continuación, los diferentes voluntarios que fueron a Kenia (entre otros yo)
tuvimos que dar varias charlas. A mí me tocó acudir en total tres clases, una
en la que yo estaba como voluntaria y otras dos clases con los alumnos de 5º y
6º de primaria. Intenté que la charla fuera amena y participativa, pero noté
que cuanto más mayores eran los niños, menos participan. Aun así, las charlas
fueron muy bien y estoy muy contenta del resultado ya que creo que gustó e
interesó a la mayoría.
Al volver a mi clase ya habían
empezado con la primera actividad, que consistía en pintar macarrones con los
colores de la bandera keniata para hacer un collar con estos. Después de esto
tocaba patio, donde tuvimos tiempo para descansar. Tras esta primera parte
estaba muy emocionada ya que notaba que los niños se lo estaban pasando bien y
aprendían mucho, y yo también. Pero todo cambió después del baile.
Una de las actividades era bailar
con los niños un baile con pasos y canciones keniatas. A partir de aquí, empezamos
a perder el control. Al volver a clase para hacer juegos de clase decidimos
jugar al juego de las sillas como habíamos hecho en Kenia, pero con música
keniata. El problema es que los niños estaban muy revueltos, no prestaban
atención y no nos escuchaban. Cada vez mis compañeras y yo nos poníamos más
nerviosas, hasta el punto en el que me enfadé tanto que empecé a gritarles a
los niños como una auténtica profesora. En parte me siento orgullosa, porque
conseguí que se callaran, pero a partir de ahí también perdí un poco de su
cariño porque empezaron a considerarme con más respeto, lo cual me dio un poco
de pena porque me lo estaba pasando muy bien. No obstante, si es el precio que
hay que pagar para ganar cierto respeto, no me importa.
Los juegos del exterior fueron
más difíciles de gestionar ya que no teníamos muy claro en qué consistían y
donde debíamos estar como clase. Además, ellos estaban cansados y empezaba a
hacer más calor por lo que era difícil controlarlos y acabamos todos agotados.
En general fue un buen día, mis compañeros lo habían
organizado muy bien y creo que salió mejor que el día del medio ambiente ya que
a pesar de haber tenido muchos percances con el tiempo (en el día de Kenia)
sacaron el día adelante con mucho éxito.
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